lunes, 29 de enero de 2007

"CONOCIENDO NUESTRO CHILE POPULAR, O REENCANTANDONOS DE NUESTRO DESACATO Y DESOBEDIENCIA"

LAS PRINCIPALES FORMAS DE AGRUPACIÓN DE LAS MASAS PEONALES EN CHILE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX.

El peonaje fue un grupo social flexible con un grado de libertad propia envidiable. Estos andaban a pie, de ahí su nombre, en busca de la felicidad, riqueza pero siempre para sobrevivir. El peón tiene su origen principalmente en el proceso de descampenización que se produjo fuertemente en la sociedad chilena tras la colonización en el Siglo XIX.

Estos deambulaban solitarios encontrando en los distintos asentamientos formas solidarias de asociatividad, siempre ligadas a la fiesta, las mujeres, a los cuales ellos se incorporaban, tales como eran las chinganas, fondas o placillas, espacios donde el Estado y el capitalismo no existían. Los peones llevaban una forma de vida no regulada por el Estado y menos por las condiciones de producción capitalista. Robaban al rico, no aceptando las órdenes de los bandos militares, de las gobernaciones, los sermones de la iglesia, etc.

En los comienzos se asocian en forma colectiva para resistir la proletarización que imponía el sistema político y económico aristócrata imperante. En esta forma de vida sin ataduras al estado ni la iglesia católica, por tanto sin el concepto de la familia tradicional nace el huachismo en Chile: Mamá no puede hacerse cargo de ellos, necesitan salir -caminantes sin rumbo- a peonizarse para buscar su pequeña riqueza para sobrevivir. Así mujeres abandonadas y niños huachos también debieron recurrir a formas asociativas solidarias. Mientras las mujeres lavanderas, fritangueras, fonderas, etc. trabajaban, sus hijos huachos para evitar ser un estorbo se apiñaban en las calles para enfrentar la dura realidad.

Así se forman espacios donde esta masa de peones desata en forma desenfrenada su ira y por supuesto las ganas de luchar contra la absorción del proceso de proletarización en la que estaban inmersos. Dentro de estos reductos se forman formas asociativas de fiesta y camaradería solidaria así encontramos la placilla, la chingana, la fonda, lugares donde los peones encontraban fiesta, trago para borrar su proceso de proletarización a través de mujeres, sexo, vida alegre, planes de bandidaje, trago, etc.

El Estado intervino con políticas reguladoras y un discurso moralizador producto de la relación Estado-Iglesia Católica. La iglesia igual buscaba moralizar la masa de peones libres a través del discurso evangelizador de la conformidad, obediencia y salvación. Las familias de las masas peonales, si es que se podían "constituir", no vivían bajo esa normativa.

Así los peones en busca de espacios de refugio solidarizan, viven apiñados en torno a la negativa a esta inminente proletarización. El Estado, la represión policial y militar, la justicia aristocrática y la iglesia intervienen recurriendo a las medidas más represivas para controlar a tales desenfrenados. Los peones ante estas políticas represivas caen presos, sufren el encierro, las multas, los castigos y los azotes. Esto los lleva a quebrarse y caer en la delación, con lo que se pierde esta innata solidaridad peonal. El capitalismo ya ha puesto sus manos sobre las masas peonales chilenas, la camaradería solidaria en torno a la fiesta y la chingana se diluye y así vemos como el chileno libre, con identidad propia, fuera del Estado y de todo tipo de regulación pierde su condición de tal.

A. Peones, abandonadas y huachos: asociatividad solidaria, la sombra de la aristocracia, la forma de hacer identidad en la pobreza.

Como ya lo hemos mencionado, estas masas peonales no actúan bajo ningún marco regulador, ni tampoco se sintieron sometidos a las reglas del capitalismo. Si bien el poder mercantil configuró su descampenización y la búsqueda -caminante sin rumbo conocido- de las formas de supervivencia el Estado no llegaba a intervenir su forma de actuar. Encontramos que en el norte minero estos se asociaron como bandas para el robo de minerales buscando su riqueza personal. Estos desatados y desertores a la vez, se escabullían en valles y montañas refugiándose en el paisaje del norte chileno -aquel fiel compañero de andanzas- de principios del Siglo XIX, esto les sirvió para eludir el reclutamiento militar y evitar ser "carne de cañón" de las guerras que imponía el Estado y la aristocracia. Estos últimos además debían "a través de todos los medios a su alcance, enfrentar el desafío de adquirir y disciplinar trabajadores"1. Las masas peonales, su comportamiento, y las medidas de los propietarios de los yacimientos mineros retrasaron el proceso capitalista de producción. Era el desorden peonal el que tenía las relaciones sociales de producción anarquizadas, fue este mismo desorden el que se convirtió en rebeldía a través del robo de metales y la exigencia de adelantos de salario. Estas formas de recuperación por el trabajo que realizaban fueron la tónica de la vida de estos "vagos" y "mal entretenidos" que liberaban su explotación con diversas formas de diversión y en algunos casos de delito. Entre sus formas asociativas colectivas más representativas encontramos a los "cangalleros" quienes robaban mineral de las minas para luego negociarlo en las "chinganas" (espacios donde confluían el juego, la fiesta, el alcohol, las mujeres, el crimen y el complot).

En cuanto a las familias peonales, estas eran una cuna de huachos, reproductora de peones. Las madres no podían mantener a la familia, mujeres trabajadoras extremadamente esforzadas. El marido peón vividor, en su afán de buscar riqueza dejaba a su familia abandonada. Los niños seguían a su madre al trabajo, "peluseaban", jugaban, molestaban las labores de sus madres lavanderas, fritangueras, etc. Creyendo que ayudaban a su madre estos pequeños estorbaban sin saberlo. Muchas de estas madres abandonadas transformaron sus hogares en "fondas" o "chinganas" para aumentar sus ingresos percibidos. El arranchamiento de las familias peonales llevó consigo la pobreza y la violencia. El Estado en conjunto con la iglesia prohibían juegos, fiestas, fondas, "chinganas". Era la mejor forma de controlar el libido popular expelido por los peones. Las familias no podían hacer nada ante la alianza de mercaderes jueces, curas y militares. Estos poderes configuraron bajo su visión el cómo debían ser las familias. Fue así como "jueces determinaran deportarla… donde la depositaban en casa de algún propietario "de honor"… "a ración y sin salario""2. A las mujeres estas se les despojaba de su tierra y "a los huachos se les repartía en distintas casas de bien para servir y tener "amo""3.

Así se configuraron en primera instancia las relaciones de las masas peonales pero ellos tendrían espacios donde podrían liberar su ira contenida, estos reductos de grandes y niños fueron la escapatoria para asimilar su inevitable proceso de proletarización. Así las mujeres de las familias peonales tenían "su callejón sin salida, era de ida y vuelta: de sirviente a puta, y de puta a sirviente"4. B. Chingana, fonda y placilla: Espacio de nuestra camaradería; fiestas, derrotas y esperanzas o como vivir la proletarización sin darnos cuenta.

Como una reacción innata a la proletarización fue la de agruparse en torno a la fiesta, el juego, el alcohol, la parranda y el sexo. También estos espacios dieron la posibilidad de conjurar acciones conjuntas de estos desprotegidos "mal entretenidos". Eran la chingana, la fonda y las placillas donde "esas "pandillas de huachos", las bandas de "rotos alzados", las gavillas de cuatreros", las "colleras de cangalleros", los "encierros"de ociosos, mal entretenidos y tahúres, las "nubes de mendigos" y las reuniones de mujeres""5 se congregaban constituyendo una amenaza para la "honorable sociedad" civilizada y cristiana.

Por una parte la calle se transformó en el gran patio de juegos donde los niños de las familias de bajo pueblo desarrollaban su particular y precaria camaradería de huachos. Anteriormente habitaban los extensos campos en cerros y lomas, pero ya no había canchas en todos lados, el proceso de descampenización había llevado a cabo su labor sobre los pequeños propietarios de ranchos del país. Al tener sus familias que emigrar a terrenos de privados y vivir de inquilinos en espacios reducidos, los huachos debieron acostumbrarse a jugar a ser ratas en los pequeños pisos arrendados en los conventillos y rancherías de las crecientes ciudades. Los niños llegan a la calle, el lugar predilecto para dejar de ser un estorbo cuando mamá debía hacer sus labores. El padre estaba lejos, pero qué más se podía pedir, él era un peón. Así se configuró la asociatividad de los huachos en la pandilla callejera que fue el refugio durante su infancia, esperando su inminente transformación en un peón.

Sus madres, las abandonadas mujeres, puesto que no les alcanzaba con el lavado de ropa ni la fritanguería, debieron recurrir a nuevas formas para ganar dinero, una de estas fue hacer fondas y/o chinganas en sus ranchos. Las mujeres se transformaron en un actor importante dentro de estas fiestas de bajo pueblo. Acá, en estas improvisadas fondas y chinganas, se reunían distintos sujetos de la sociedad del bajo pueblo donde "comían, bebían, cantaban, jugaban y se divertían"6

Los peones hombres, por su parte, acostumbrados a andar deambulando solos por el mundo, no les quedó más que convertirse en improvisados trabajadores o en bandidos. Para esto se asociaron con sus camaradas de aventuras, otros peones en similares características. Tras rescatar aquella pequeña riqueza, la gastaban en alguna chingana o pulpería, dando rienda suelta a su deseos de liberación personal.

La fiesta fue muchas veces el refugio de estos gañanes, el lugar donde comerciaban los minerales, ganado y los más diversos productos robados a los propietarios de sus lugares de trabajo. Esto llegó a que en la década de 1840 distintas instituciones crearan reglamentos internos para controlar las fiestas. Pero el bajo pueblo tenía una condición inmejorable hasta ese momento: la solidaridad, la que hizo fracasar en muchas ocasiones estas medidas arbitrarias.

Ante la escandalosa forma de hacer fiestas de los adultos y por otra parte el apoderamiento de las calles por los niños, el Estado aristócrata reaccionó. En conjunto con la milicia, la ley y la iglesia hicieron lo posible por prohibir estas formas de camaradería festiva que tenía la clase popular chilena. Prohibieron los juegos, las fiestas, las chinganas, placillas y fondas a través de leyes represivas.

Los chilenos de las masas peonales de la primera mitad del siglo XIX no aguantaron tal falta de respeto y ardieron en cólera, era común que si cerraban la fonda de una mujer abandonada los mismos compinches nocturnos se organizaran para rescatarla del lugar de encierro.

También era común la falta de efectivos militares. Debían ir a la guerra, por ende ausentaba efectividad en los mecanismos de control sobre la clase peonal. Muchas veces actuaban en conjunto a los peones cangalleros y se escapaban en busca de un mundo mejor. Nada los ataba a la condición militar, por el contrario, la constitución del estado favorecía a las pretensiones del bajo pueblo, la vida libre sin ataduras. El Estado ni siquiera con ayuda de la milicia y de la iglesia podían reprimir ni controlar la necesidad del bajo pueblo de tomar por fiesta el proceso de proletarización que vivían.

C. El capitalismo y su inmersión en el bajo pueblo, la ley, el cura y el milico. La proletarización en base a la represión.

Como dejamos de manifiesto en el capitulo anterior la solidaridad de las masas peonales fue un pilar fundamental en la desproletarización del bajo pueblo chileno. Era la forma de resistencia más eficaz contra las medidas represivas adoptadas desde la década de 1840. Así podemos encontrar a los huachos, las mujeres abandonadas y a los peones, toda esta masa de "mal entretenidos", formando grupos solidarios para asociarse. Muchas veces, y como parte de su estilo de vida, no respetaron "ni dios, ni ley" para imponer su camaradería solidaria de bajo pueblo.

En primer lugar podemos mencionar el hecho de que los huachos se apoderaron de las calles, apandillándose, como quien encuentra un refugio a la adversidad encontrada en el hogar. Era común que los huachos utilizaran todos los medios a su haber para entretenerse, los campos, animales, calles, etc. eran parte de su geografía lúdica. Las leyes impusieron "el orden", no era posible que los huachos se apoderaran de la calle. Para ello en toda ciudad importante el Estado se preocupó de tener una Casa de huérfanos, en donde se rectificaría la conducta que habían adquirido estos huachos de sus desalmadas madres.

Para extirpar las pandillas de huachos de las calles que vagabundean era necesario extirparlos de las malas costumbres de sus abandonadas madres para ello se crearon leyes para coartar las relaciones, especialmente laborales, que mantenían con sus hijos. Se prohibieron principalmente las formas de comercio ambulante –las mujeres se debían integrar al modo capitalista de producción en masa- no podían seguir siendo autónomas laboralmente. "Con estas y otras medidas se ha intentado terminar con el callejerío de las mujeres de "bajo pueblo""7.

Luego vinieron las leyes para sacar a los niños de las calles, prohibiéndoles los juegos y el pandillaje. Esta medida también implicaba confiscar a los huachos de la calle, llevarlos a su hogar para la reprimenda a sus padres o el encarcelamiento directamente.

Las mujeres por su parte se asociaron principalmente a las formas laborales ambulantes o a la "holgazanería" que traía consigo las fondas y chinganas, "el peonaje femenino permanecía estacionado en el centro de la economía familiar de mera subsistencia"8. Para el Estado y la sociedad las mujeres eran unas desalmadas. Por ellos combatieron sus distintas actividades con leyes, para la sociedad y principalmente para la iglesia.

Esto principalmente por que poseían una capacidad de producir y de organizarse políticamente que sorprendía a muchos. Los consorcios de mujeres se multiplicaron por todas partes por que las mujeres no tenían sólo un a forma asociativa en torno al trabajo. Pero toda esta organización y autonomía se perdería por la represión, principalmente, impuesta por el Estado. "Habiendo las autoridades eclesiásticas y municipales encontrado que el comercio subsistencial femenino era moralmente reprobable, iniciaron contra el (o ellas) una ofensiva de carácter monetario, judicial, moralista y de discriminación social"9. Al tiempo de aplicadas estas normativas represivas y, por la incubación de las formas de producción social capitalista la camaradería en las mujeres fue desapareciendo poco a poco.

En tanto los hombres se desarrollaron principalmente como bandas, ya fuesen estas para robar, trabajar, enfiestarse, etc. Pero su autonomía y libertad personal molestaba mucho a los patrones quienes intentaban "forzar la proletarización interviniendo en las relaciones de producción por la vía legal y el control estatal"10. La proletarización se terminaba de concretar con el amansamiento de las masas peonales a través de su conversión al cristianismo, por eso no es de extrañar que una de las primeras medidas fuese poner capellanes en los distintos asentamientos mineros. Otra medida fue que los mismos propietarios crearan asentamientos, los cuales tenían por principal finalidad discriminar la población peonal y además destruir y erradicar los molestos ranchos que servían de escondites de los bandidos. También impusieron instrucción militar a los peones, la cual poseía las mismas escalas de poder que en las relaciones laborales. A muchos propietarios les molestó esto por que era un peligro inminente, pero en realidad favorecía a sus pretensiones por que se perdía ese rasgo solidario característico de las relaciones de las masas peonales de chile de la primera mitad del Siglo XIX.

Conclusión.

De acuerdo a lo señalado precedentemente la organización asociativa de las masas peonales se desarrolló en diversas formas, en torno al trabajo, al bandidaje, a la fiesta, al juego, etc., pero, existía un pilar fundamental y este era la solidaridad que conformó también la identidad de estas masas peonales que sufrieron el proceso de descampenización y proletarización alterando su funcionamiento normal de vida.

Debemos señalar que esta forma asociativa se dio en la pobreza, en la escasez, en la falta de oportunidades y en la marginalidad. La ley y el orden impuesto por las distintas instituciones fácticas operantes en el país provocaron el distanciamiento de estos y de su control, tanto territorial como conductual, para poder llevar a cabo su plan de implantar en la sociedad chilena el modo de producción social capitalista. Cabe señalar, que bajo este ambiente crecieron los huachos, la identidad única nacional hasta el día de hoy. Como huachos no tenemos identidad, estamos constantemente buscándola, como quien busca el índigo en el arco iris.

Esperanzados, no nos sentimos ni indígenas ni españoles, nos autodenominamos mestizos siendo que no sabemos que es. Y como los peones, abandonadas y huachos de la primera mitad del siglo XIX no somos legalistas siempre buscamos como eludir al los mecanismos de control del Estado, esa es nuestra identidad, lejos de la teoría de Góngora, pues el Estado no intervino nuestra alma de bajo pueblo.

  1. Illanes, Mª Angélica. "Azote, salario y ley, Disciplinamiento de la mano de obra en la minería de Atacama (1817-1850)" en Revista Proposiciones número 19 - Sur Ediciones, Pagina 93, Santiago de Chile 1990.
  2. Salazar, Gabriel. "Ser niño huacho en la historia de Chile (S. XIX)" en http://www.nodo 50.org/ pretextos/ huacho.htm pagina 6. sacado de Revista Proposiciones número 19 – Sur Ediciones, Santiago de Chile 1990.
  3. Idem.
  4. Idem.
  5. Ibidem. Página 8.
  6. Idem
  7. Idem
  8. Salaza, Gabriel. "Labradores, peones y Proletarios-Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX" Pagina 257. Sur-Ediciones, Santiago de Chile 1989 (2da edición).
  9. Ibidem. Página 281.
  10. Illanes, Mª Angélica. "Azote, salario y ley, Disciplinamiento de la mano de obra en la minería de Atacama (1817-1850)" en Revista Proposiciones número 19 - Sur Ediciones, Pagina 114, Santiago de Chile 1990.

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